jueves, junio 30, 2011

Orìgenes del Druísmo


Por: Iolair Faol
Conforme se avanza en el estudio del Druidismo y se crece en conocimientos dentro de esta espiritualidad, brotan algunas preguntas desde los pensamientos, que pueden obtener una respuesta ambigua y compleja.
¿ Acaso los druidas y los celtas en general, no tenían como otras culturas alrededor del planeta, una respuesta mística, con sus conceptos y significaciones, para explicar la creación de este u otros mundos? ¿Si la tenían, como las explicaban? 

Pues bien, todos los indicios apuntan a que efectivamente la tenían, pero desgraciadamente no nos ha llegado hasta nuestros días en toda su plenitud. Sin embargo, voy a intentar esbozar lo que se conoce sobre este tema y concretar las ideas y nociones que se tienen al respecto, basadas en conceptos eminentemente druídicos, pero también históricos. 

Como ya sabemos, la dificultad para conocer en su origen, la cosmogonía celta, así como para vislumbrar las enseñanzas y percibir la filosofía, que se halla dentro de las leyendas, sagas, mitos o hazañas de personajes legendarios, proviene en buen grado de esa especie de sincretismo religioso de los primeros monjes cristianos celtas. Éstos plasmaron en sus recopilaciones de la epopeya celta, los esfuerzos, pretensiones y afanes por y para conciliar un paganismo latente, tradicional y veterano, con los entonces nuevos dogmas cristianos, tanto sobre la creación del mundo, como en otras cuestiones. Sumando a esto, la reticencia druídica a transmitir por escrito sus conocimientos, obtenemos desafortunadamente, una aproximada y poco extensa explicación druídica original sobre el tema que ocupa nuestras inquietudes en este momento, igual como sucede con alguna otra temática. 

Para intentar ser menos subjetivo y más objetivo e imparcial, se debe reconocer que a pesar de este sincretismo, donde la trivialidad es cristiana y la trascendencia de la esencia es druídica, que desde la Edad Media, estos monjes, muchos de ellos descendientes de antiguos druidas, se protegieron bajo sus comentarios bíblicos de una probable censura y posterior sentencia y condena, por herejes. 

El conocido libro más antiguo en lengua celta, que nos habla secundariamente de la creación, es el Leabhar Ghabhála Erinn o Lebor Gabala Erren, según corresponda al gaélico medieval o al actual, es decir, lo que en lengua de Cervantes, se ha llamado “Libro de las Invasiones”, el cual pertenece al denominado “Ciclo Mitológico Irlandés”, que con un lenguaje mitad en verso y mitad prosa, refiere en 13 secciones, las hipotéticas 6 ocupaciones y asentamientos que sobrevinieron sobre la Isla Esmeralda, hoy conocida como Irlanda. Desde Cesssair, a la que se menciona como nieta del bíblico Noé, hasta la llegada de los hijos de Mil, procedentes, según cuenta el libro, de España, concretamente de la zona Galaica. 

El libro cuenta en detalle en que períodos se produjeron estas presencias y colonizaciones, pero aludiendo constantemente al génesis bíblico. Dicho manuscrito forma parte del Gran Libro de Leinster (Lebor Laigen o Leabhar Laighneach), manuscrito en 1100 en el monasterio de Terriglass, bajo la supervisión del Obispo de Kildare y recopilado en la Abadía de Donegal en el siglo XVII por los denominados “Cuatro Maestros”. No es difícil adivinar que todo lo que en dichos textos hace algún tipo de referencia, sea explícita o implícita a los dogmas cristianos, no podía tomar forma, ni hallarse presente en las sagas primitivas y originales. 

La intención narrativa, de los monjes recién cristianizados por emparentar al pueblo celta con el linaje de Noé, para no quedar excluidos de la “Sagrada Historia Cristiana”, es un manifiesto montaje, por la causa que se quiera, posterior a las leyendas originales. Tanto es así, que a Cessair, la refieren como nieta de Noé y a Partholon, patriarca de la segunda expedición y a Nemed, líder de la tercera, como descendientes de Magog, hijo éste a su vez de Jafet, descendientes todos, de la estirpe de los jaféticos o dicho de otra manera de los pueblos indoeuropeos. Y Jafet, como nos cuenta la Biblia, fue a su vez, hijo de Noé. Todos estos entroncamientos, son también un ingenuo esfuerzo y fervor catequizador, que contradice, además de a los anales históricos y a la arqueología erudita en el tema, a la propia espiritualidad celta pagana. 

Otros textos, igualmente cristianos, como la historia de Conlaí de Connacht, sostienen que varios druidas de aquellas tierras, se auto-proclamaban creadores del Mundo, jactándose, especifican dichos compendios, de haber creado, el sol, la luna, la Tierra y el Mar. Estas patochadas cristianas se hallan en una glosa al “Senchus Mor” (Código de leyes irlandesas, que fue compuesto por s. Patricio y s. Benigno ( Benen)), y es otro intento malévolo por desprestigiar la sabiduría y el carisma de los antiguos druidas. 

Dejando de lado los inconsistentes y vejatorios argumentos de algunos misioneros cristianos contra las formas paganas de expresar la espiritualidad de los pueblos, tenemos que recurriendo a los anales históricos dentro de la epopeya céltica, y a sus remotos orígenes, se menciona y manifiesta una deidad primigenia que ellos denominaron Dana. 

Dana o Danu, es una primitiva deidad celta, diosa madre, ascendiente de todo el panteón céltico, cuyo epíteto significaría “aguas del cielo”. Sus hijos fueron los conocidos Tuatha dé Dannan. Expresándonos históricamente Danu, indica también al río Danubio en cuyo ámbito se definieron y desarrollaron los celtas antes de su expansión por Europa. 

Místicamente hablando, Dana, es la Madre-Río que fertiliza con sus aguas las tierras donde estos se asentaban. La noción de una diosa Madre, está presente en casi todas las religiones del planeta, desde sus propios inicios y orígenes. Los celtas en esta materia, no fueron diferentes. 

Asociado a Danu o Dana como su consorte, hallamos a un “Padre de todos los Dioses y de los Hombres”, reconocido como Bilé, llamado en otros lugares de ámbito céltico Bel o Belenos, ésta divinidad, es la popular, acreditada e identificada por Julio Cesar, como el “Dispater” de los celtas galos. Deidad ésta, asociada a la druídica y céltica fiesta de Beltane, siendo, además, una divinidad mortuoria, avalada y documentada como el dios de los muertos. Bilé transporta las almas de los muertos al Otro Mundo, por rutas hídricas, es decir, por “aguas divinas”, lo que simbólicamente se alegoriza como hacia su consorte Dana, “Aguas del cielo”, la diosa madre. 

De ambas deidades, nacen todos los dioses conocidos como Tuatha dé Dannan. Según el investigador Peter Berresford Ellis; Dana primera fuente de vida riega al roble que era Bilé/ Bel/ Belenos, símbolo fálico y a la vez masculino de la fertilidad y por este acto nació la deidad conocida y apreciada por los celtas, a quien nominaron como “El Dagda”. Éste, Dios, como patrón del druidismo, asume tres identificaciones “Señor de la Gran Sabiduría” o “Ruadh Rofessa”, “Fuego (Aedh) y la tercera potestad, la hereda de su divino progenitor Bilé, por la que es más conocido que éste mismo, como “ Padre de Todos” o “Eochaidh Ollathair”. 

Pero aunque lo expuesto hasta el momento, puede esclarecer una parte del concepto integral de la holista cosmogonía pagana celta, aún no se aclara, ni se dilucida totalmente, máxime cuando sabemos que los celtas y sus druidas no veían a estas divinidades, ni siquiera a Dana o Bilé, como sus creadores, sino como antepasados, como a hermanos mayores y ascendientes, más evolucionados, e incluso como a héroes admirables. Tampoco lo expuesto hasta el momento explica como se creó el Universo o el planeta Tierra y su biodiversidad. 

Si bien muchos montes, túmulos, fuentes, pozos y ríos se explican como creaciones de los Tuatha, los orígenes de otros elementos planetarios o extra-planetarios no se nos revelan. Sabemos que los Tuatha, llegaron desde etéreas ciudades míticas como fueron Falias, Gorias, Finias y Murias hasta una Tierra, que hoy se denomina Irlanda, transportados en prodigiosas nubes. Dicha Tierra- Isla, ya estaba formada, y allí combatieron contra firbolgs, unos dicen que éstos fueron gigantes, y otros que fueron mortales, y contra sus dioses fomorianos, cuya diosa madre era Domnu, es decir, el Mundo, los Abismos de las Profundidades del Mar y la Oscuridad, en contraste a los Tuatha, que simbolizan la Luz y la Sabiduría, dotados para todo tipo de Artes, desde la técnicas y funcionales hasta las místicas y mágicas. Y, sin embargo, posteriormente uno de sus máximos representantes de estas Artes fue el divino Lugh, apodado Samildánach( el que ejerce muchos oficios), que era mitad fomoriano, y mitad Tuatha dé Dannan. Su madre Ethlin, era hija de Balor, líder de los fomorianos y su padre Cian, hijo a su vez de Dian Cecht, un Tuatha. Una simbiosis de lo más significativa. 

Pero aún con estos detalles, en los que podríamos profundizar dilatadamente para interpretar un cúmulo de simbolismos, no hallamos explicaciones concretas sobre la creación.
Es en este momento, cuando debemos centrar nuestro pensamiento en otros parámetros y aspectos de la filosofía druídica conocida.
Los episodios y procesos de la Creación del Universo, los druidas los veían y ven como conceptos los suficientemente complejos como para poder asignárselos o imputárselos frívolamente a alguna divinidad concreta del extenso panteón céltico. Es bien sabido, que los druidas y celtas recurrieron a imágenes concretas como fueron las espirales, trísqueles, nudos y óvalos o huevos como representaciones del Devenir del Universo e incluso de su Origen. Aunque en la filosofía druídica se habla casi exclusivamente de un Devenir, más que de un Origen. 

El druidismo tanto el de épocas remotas, como el actual basa su concepto de la Divinidad en un Todo Absoluto en constante Devenir, del cual emanan potencialidades, simbolizadas en los entes divinos que denominamos Lugh, Dagda, Brigit, Dana etc, ya que seguimos y aprendemos de la Tradición Druídica. Dichas entidades, además, son elementos e hipóstasis del Todo para la realización de este Devenir, y nos resultan más comprensibles, inmediatos y próximos que el Incognoscible Todo. 

El Todo Absoluto, El Increado o el Incognoscible, son diferentes epítetos de esta Divinidad Suprema, que es principio y fin de todas las cosas, es “alfa y omega”, además de emisor-receptor, inagotable, eterno y afecto al devenir humano. Sin duda será algo más, pero en nuestras limitaciones de discernimiento humanas, también lo entendemos o intuimos, como una energía-mente-espíritu-ente cósmico primigenio que lo abarca Todo. 

Para los seguidores druídicos y para el Druidismo, si hubo un momento originario, lo fue por voluntad de esa Deidad Absoluta, una Entidad Suprema, inseparable y sumida en el Absoluto Cósmico.
Expuesto este concepto, quizás algunos lectores, se quedaran algo confusos por este monoteísmo polifacético, o como he expresado en otras ocasiones, con este politeísmo monofacético. Pero sin duda, antaño, fueron una novedad en un Mundo abiertamente politeísta. Y actualmente siguen siendo novedosos, en un Mundo claramente perfilado en su mayoría, con unos monoteísmos acérrimos. 

Esos símbolos que hemos comentado, como nudos, trísqueles, espirales, óvalos y huevos son inherentes no sólo al druidismo sino también a otros pueblos y sus filosofías espirituales. Para los celtas y sus druidas , el triskel, el círculo, la rueda, la espiral eran y son venerables, aludían y aluden a la creación y al Devenir constante de los astros que conocían y hoy se conocen. Las estaciones se alternaban y se reanudaban, igual que hoy, en cada ciclo como fragmentos de una Gran Rueda. Las espirales eternas no tienen partida o llegada, ni inicio o término, ni origen ni final, lo que constituye un ciclo que se concatena con otro. El perenne movimiento, el Devenir de la espiral, simboliza la siempre dilatada tendencia de la sapiencia y el discernimiento que no tiene fin. 

Es lógico con la concepción druídica, no plantear un origen de la creación del Universo, puesto que, existe el concepto de que éste no fue creado, sino que es eterno, ha existido por siempre y siempre existirá, forma parte del Todo Absoluto, el cual también es Continuo y Perpetuo, y éste está vinculado a él. Su expansión, es decir, su Devenir, sin embargo, transita por otras órbitas del saber.

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